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29 de abril de 2022

Un día de caza y fiesta en El Bosque madrileño del duque de Béjar (1ª Parte)

Autora: Carmen Cascón Matas

Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2020, pp. 30-36. ISSN 1889-6421.


            Érase una vez un pequeño duque, huérfano de padre, cuyos héroes no eran El Cid, ni el Gran Capitán, ni siquiera don Juan de Austria, sino su padre fallecido. De él apenas recordaba un atisbo de ternura guardado al otro lado de la memoria. A falta de progenitor se encargaron de su crianza sus parientes femeninas más próximas. De su abuela, Teresa Sarmiento de la Cerda, heredó su recio carácter y el gusto por las artes, y de su madre, Mª Alberta de Castro y Portugal, quizá la ternura y el saber estar. Si existía un espejo masculino de carne y hueso en el que reflejarse, una especie de padre redivivo, éste era su tío. Baltasar de Zúñiga y Guzmán, marqués de Valero (1658-1727), había tomado las riendas de la educación de su sobrino tras la muerte en 1686 de su hermano don Manuel, X Duque de Béjar (1657- 1686) en el sitio de Buda[1], como sus dos tíos, Ruy Gómez de Silva y Diego Sarmiento de la Cerda, lo habían hecho con ellos mucho tiempo atrás. El marqués aunaba la inteligencia con la diplomacia y el gusto por las armas, cualidades que inculcaría a su querido sobrino.

Cacería en la Moraleja organizada por el Duque de Béjar en honor de los hijos de Felipe V en 1729. Palacio de Riofrío de Segovia. Foto Alamy 

 

            Armas y religión, los dos pilares de su crianza, y un sueño por delante: engrandecer el nombre de la Casa aún más si cabe. Bajo el paraguas y los atentos consejos del marqués de Valero, don Juan Manuel II (1680-1747) recorría las calles de Béjar admirando las trazas de su palacio Ducal, maravillado por el trajín de los maestros extranjeros contratados para implantar el arte de la pañería fina, escuchando el toque brillante de las campanas, apreciando el verde fragante del monte del Castañar tras un día de lluvia, paseando por sus jardines de El Bosque, soñando con batallas en defensa de la cruz, apreciando el arte de la mano de su abuela, escuchando de boca de su madre las excelencias de su progenitor, recordando los hechos de armas de sus antepasados en el ducado[2]

1 de junio de 2019

Uso, consumo y arquitectura de la nieve en torno al jardín (4ª Parte)


Autor: Juan Antonio Frías Corsino

Publicado: Actas de las IV Jornadas El Bosque de Béjar y las Villas de Recreo en el Renacimiento. Béjar 2002.  Grupo Cultural San Gil, Salamanca, 2003. 

Arquitectura del frío en Sitios Reales, Palacios y Villas.

 


   Las propiedades reales fueron provechosamente utilizadas para el comercio de nieve y hielo[1]. La madrileña Casa de Campo se utilizó para recoger la nieve cuando era abundante y permitía una cosecha limpia; se encerraban el hielo que de sus estanques Grande y Del Niño y de otros más pequeños en los dos pozos de que disponía junto a la pequeña edificación denominada Casa de Neveros, como se recoge en la visión cartográfica de Pedro de Texeira de1656.


    El sitio del Buen Retiro, muy frecuentado por los monarcas durante todo el año, se construye además con grandes aportaciones provenientes de la renta de la nieve de las Indias[2], según cuentas del Receptor del Consejo de Indias. Desde su concepción arquitectónica original se dotan las cavas reales y un pozo de nieve. Ya en 1678, bajo las condiciones del aparejador del real sitio Manuel del Olmo se construye otro más, situado próximo al estanque de la Casa de Fieras y la sima de San Bruno.

 Palacio del Buen Retiro


   El sitio de Aranjuez acogía a los monarcas y la Corte fundamentalmente en primavera, y su abasto lo resolvía la Casa Arbitrio de la Nieve que desde Madrid hacia llegar el producto. El aumento de la población y las prolongadas estancias de los monarcas desequilibraban el abasto de los pozos de Ontígola, Ocaña y Villamiel, planteando ciertos problemas. Por ello, siguiendo las indicaciones del Gobernador del Sitio, se proyecta el primer pozo, construyéndose en 1724, y el segundo bajo las condiciones del arquitecto real Manuel Serrano, en 1775. Se llenaban con el hielo precedente de las 31 charcas o balsas diseñadas por Carlos de Wite, ingeniero director de las obras de la Real Acequia del Jarama. Más tarde se construyen otras 10 charcas bajo la dirección del arquitecto hidráulico Vicente Fornells. Estas balsas se alimentaban mediante una cacera desde el embalse del Mar de Ontígola, ejemplo constructivo de época de Felipe II que aún existe. Todo este conjunto aseguró el abasto del Real Sitio hasta el s. XIX. No quedan restos de tales artificios tan solo el recuerdo del jardín municipal que se levanta sobre ellos y que lleva por nombre Jardines del pozo de la nieve [3]. Este enclave fue, sin duda, un alto demandante de nieve y hielo, pues su entorno jardinero y recreativo en torno al Tajo hizo del Real Sitio un lugar indicado para ceremonias, fiestas y recibimientos diplomáticos en los que se hacía necesaria la nieve.

19 de mayo de 2019

Uso, consumo y arquitectura de la nieve en torno al jardín (3ª Parte)

Autor: Juan Antonio Frías Corsino
Publicado: Actas de las IV Jornadas “El Bosque de Béjar y las Villas de Recreo en el Renacimiento. Béjar, 2002.  Grupo Cultural San Gil. Salamanca, 2003.


Consumo de nieve para festejos y celebraciones 

       El uso de la nieve se produce por la clara necesidad de prolongar la duración higiénica de los alimentos, en mayor medida en épocas de vigilia, pero fundamentalmente el aumento del consumo lo provoca el placer de comer y beber frío. Se producen cambios en la dieta y se popularizan otros placeres gastronómicos hasta el momento apenas conocidos, convirtiéndose el consumo de nieve y hielo en casi una necesidad para las gentes acomodadas y accesible para el resto del estrato poblacional. 

 Familia burguesa valenciana dispuesta a comer unas 
peras con nieve 


      Los manjares que se importaban de América contribuyeron a disponer de una variada y sugerente despensa, admitiendo por ello mayores posibilidades gastronómicas, consecuencia que se verá reflejada en los numerosos tratados y recetarios de cocina y repostería. No olvidemos que estos gustos por comer y beber frío también lo extendieron los españoles a Hispanoamérica como lo recuerda Matías de Porres desde Lima en 1621 en sus Breves advertencias para beber frío con nieve

18 de febrero de 2019

Diseño y moda en el palacete de El Bosque. Fely Campo


Autor: Manuel Álvarez-Monteserín Izquierdo 
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, 4.818 (01/II/2019), p. 6 y 7.



      “Lo que quiero transmitir a través de mis vestidos es un sentimiento y una pasión por lo que es mi oficio y mi profesión: la moda, la manipulación de los tejidos, su tacto, su volumen y su comportamiento cuando trabajas con ellos, los mezclas y les das forma, para finalmente cobrar vida cuando una mujer se pone un vestido, camina con él, se mueve en él, se siente con él, respira con él, vive con él, esto es algo mágico.”
Fely Campo




Quién les iba a decir a Francisco de Zúñiga y Sotomayor, IV duque de Béjar, y a su esposa Guiomar de Mendoza y Aragón cuando a mediados del siglo XVI ordenaron edificar en El Bosque de Béjar, un palacete con capilla, fuentes, jardines, estanque, alamedas, con marcado carácter del renacimiento italiano,  que iba a servir siglos más tarde a nuestra diseñadora de moda salmantina más internacional, Fely Campo, como soporte de sus diseños textiles y de confección para sus campañas publicitarias.

20 de agosto de 2018

Obligaciones del tesorero del Duque de Béjar con respecto a su villa de recreo de El Bosque (1751)

Autora: Carmen Cascón Matas
Fotografías: Manuel Álvarez-Monteserín Izquierdo (MONIZ)

La villa renacentista de El Bosque es uno de los parajes más excepcionales de los alrededores. En ella se aúnan historia, naturaleza, arquitectura, paisaje, botánica, además de ser un lugar de inspiración para artistas y escritores. Pensar en que en otros tiempos pocos ojos podían contemplarlo, más allá de la familia ducal y de los criados de la Casa, agranda su leyenda. 


A lo largo de la historia, sobre todo durante los siglos XVI y XVII, los jardines, huertas y palacio fueron engrandeciéndose hasta ofrecer el resultado total que hoy podemos comtemplar. 


24 de diciembre de 2017

Dos publicaciones nuevas del Centro de Estudios Bejaranos


        En cuatro días se han presentado las dos últimas publicaciones editadas por el Centro de Estudios Bejaranos. La cuarta entrega de la Colección “Don Francés de Zúñiga” se presentó en el salón de actos del Centro Integrado de Formación Profesional de Béjar el día 15 de diciembre . El Centro de Estudios aprobó en pleno de 2014 honrar a un bejarano difunto ilustre cada año por medio de una biografía que inuauguró, y de ahí el nombre de la colección, José Antonio Sánchez Paso con don Francés de Zúñiga.


Nueva publicación

         Este año el CEB había decidido homenajear al X titular del Ducado de Béjar, don Manuel de Zúñiga y Guzmán, llamado por la historiografía el Buen Duque (Béjar, 1657- Buda, 1686), único duque enterrado en Béjar, concretamente en el cementerio de San Miguel, en donde reposan sus restos desde el siglo XIX cuando su cadáver fue hallado en el convento desamortizado de monjas de la Piedad. Su biógrafo, Emiliano Zarza Sánchez, es un experto en su figura, como bien lo ha demostrado a lo largo de sus trabajos y artículos de investigación. De hecho ganó el premio “Ciudad de Béjar” de 2013 con una obra dedicada a su muerte,  La participación del X Duque de Béjar, D. Manuel de Zúñiga en el Sitio de Buda (1686), entre otras.

25 de noviembre de 2010

Pequeño acercamiento a la historia de la Villa Renacentista de El Bosque de Béjar



Autora: Carmen Cascón Matas


“Es el Bosque un sitio al oriente respecto de Béjar, a distancia de quinientos pasos, que junta las circunstancias más diferentes, porque tiene la amenidad del valle, el piso de prado, lo inculto de monte, alamedas, huertas, jardines y vista de la sierra siempre nevada. Nacen en él muchas fuentes y habiéndole el duque mejorado las dimensiones de las calles, plazuelas y cenadores cubiertos, en una recreación no breve ni de una sola manera. La casa es proporcionada a la vivienda de los veranos y correspondiente a la de los oficios. La plazuela capaz de las fiestas del campo y lo más señalado que tiene es un estanque de gran tamaño en cuadro perfecto, guarnecido de calles a sus pretiles. Por el mediodía a la fachada interior de la casa y el estanque en hondo, por septentrión a la falda del monte y el agua al nivel del suelo. Por el oriente calles costeadas contra las subidas de las huertas y por el poniente siendo pensiles altos sobre los planos de las arboledas, que es posición singular y de muy dificultosa imitación en otra parte.”

El palacete reflejándose en el estanque