31 de octubre de 2016

Nuestros castaños

Autor: José Muñoz Domínguez

        En pleno otoño bejarano vale la pena volver la vista al monte y disfrutar del color cambiante de sus árboles: ¿cuántas veces en la vida podremos contemplar este espectáculo de la Naturaleza?, ¿cuántas calvotadas nos quedan todavía? Más allá de la estética o de los placeres del gusto, también merece este monte nuestro algunas reflexiones que me apetece compartir.

 Dibujo del autor

      En el siglo XVI nuestra ciudad era conocida como «Béjar del Castañar», el mismo apelativo que todavía conservan dos localidades serranas nada distantes: Miranda del Castañar y San Martín del Castañar. Varios testimonios históricos nos dan idea del vigor de aquellos montes a finales del siglo XV o ya en el siglo siguiente. Antes de 1496, el humanista italiano Lucio Marineo Sículo tuvo ocasión de pasearse por los montes de Béjar y Montemayor del Río durante su etapa como profesor en la Universidad de Salamanca, cuando publicó su obra De Hispaniae laudibus (Burgos, Fadrique de Basilea, 1496). Esa obra tuvo su edición ampliada en De rebus Hispaniae memorabilibus, con traducción al castellano como De las cosas memorables de España (ambas ediciones en Alcalá de Henares, Miguel de Eguía, 1530), entre las que no faltaban referencias a los montes de Béjar y alrededores:

24 de octubre de 2016

Sobre el rapto de un antepasado de los Duques de Béjar por los vikingos



Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez

       Gartzea (garza en euskera) fue el segundo rey de Pamplona, hijo de Íñigo Arista (Ennek Aritza) fundador del reino de Pamplona. Pasó a la historia como García Íñiguez (no existían aún los apellidos) y le sucedió en el trono su hijo Fortún Garcés (por ser hijo de García). Esta  dinastía llamada Íñiga, es el tronco del linaje que en 1274 pasó a Castilla y constituyó la Casa de Zúñiga, cuyos Parientes Mayores fueron los duques de Béjar (Menéndez Pidal, Historia de España, 1935-2004)

Barcos vikingos. Redhistoria.com

       Durante el reinado de García (851-870) los vikingos realizaron una incursión desde Camarga, sur de Francia, que penetró por la desembocadura del Ebro y llegó hasta Pamplona. Después de saquear la ciudad los vikingos tomaron prisionero al monarca, liberado finalmente por la suma de 70.000 monedas de oro (Lèvi-Provenzal, Du Nouveau sur le Royaume de Pampelune au IXe Siècle, 1953)

De la página vascongados.com

18 de octubre de 2016

Y los Duques de Béjar… ¿qué se fizieron?*



  Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez

     El traslado de los restos del VII duque de Béjar Francisco López de Zúñiga (nacido y fallecido en Béjar)  desde el convento Madre de Dios de Sanlúcar de Barrameda a la iglesia Santiago Apóstol de Gibraleón en octubre de 2012 lleva a preguntarse qué fue de los restos de los once duques restantes del mismo título, linaje y apellido.




Recepción de los restos del VII duque de Béjar en Gibraleón, 2012 (Bejar.biz)



Los restos de Álvaro de Zúñiga y Guzmán (n. Encinas, Valladolid, f. Béjar), I duque de Béjar, se encuentran  en la iglesia San Vicente Ferrer, que él mismo mandó construir en Plasencia, junto a los de su sobrina y segunda esposa Leonor Pimentel y Zúñiga y los del hijo de ambos, Juan de Zúñiga y Pimentel, maestre de la Orden de Alcántara.


 Iglesia San Vicente Ferrer en Plasencia

10 de octubre de 2016

Tomás Pérez Monroy y el retablo mayor de la iglesia de San Juan de Béjar (6ª parte y final)



Autor: Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Especial Béjar en Madrid, 2009.

El clan artístico de los Pérez Monroy

            Tomás Pérez Monroy forma parte de una saga de artistas que al menos se remonta a su bisabuelo. Éste se llamaba Diego Pérez Monroy y era de oficio pintor con taller abierto también en la ciudad del Tormes. A través de su testamento redactado en 1708 [1], sabemos que contrajo dos veces matrimonio, y de su primera mujer, Águeda Fernández, tuvo dos hijos, Antonio y Ramón. En el catastro del marqués de la Ensenada, realizado en 1753 [2], Antonio es citado como oficial ensamblador y Ramón, abuelo de Tomás, como maestro carpintero

 Retablo mayor de la iglesia de Navacarros (Salamanca) de Agustín Pérez Monroy

         Su padre fue Agustín Pérez Monroy, un importante ensamblador y tallista salmantino de la segunda mitad del siglo XVIII. Junto a Miguel Martínez de la Quintana [3] y Manuel Vicente del Castillo [4] divulga el tipo característico de retablo rococó salmantino por toda la provincia de Salamanca y limítrofes (Zamora, Ávila, Cáceres). Las primeras obras de Tomás son idénticas a las del padre, hasta que la necesidad de adecuarse a la nueva estética neoclásica le obliga a irse distanciando de lo aprendido durante su formación, presumiblemente junto a su progenitor. Realmente es complicado poder evidenciar a simple vista diferencias entre la obra de los cuatro maestros citados. A fin de cuentas, todos hacen suyo un diseño que crea el arquitecto Andrés García de Quiñones hacia 1760 para dos retablos colaterales de la iglesia del Colegio Real de la Compañía de Jesús de Salamanca, materializados finalmente por Agustín Pérez Monroy [5].

26 de septiembre de 2016

La vergüenza de un militar por los sucesos acaecidos en Béjar el 28 de septiembre de 1868



Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.737 (18/09/2015), p. 12.



          La memoria es tan efímera como los seres humanos cuyos recuerdos sumados forman el pasado de un pueblo. Las gentes van y vienen, nacen y mueren, y solo permanecen los documentos y los edificios, los objetos, para recordar un presente que se evapora a sorbos por segundos. Sin embargo, cada persona, cada lugar, enarbola un momento estelar, una estrella en el firmamento que nunca se apaga en el recuerdo a pesar del paso de los siglos


            Creo no errar al afirmar que la Revolución Gloriosa de 1868, aquel septiembre en que los bejaranos se alzaron valientes en persecución de un sueño que se hizo realidad, puede consignarse en los anales de nuestra ciudad como esa estrella brillante en el firmamento de la Historia. El eco de su nombre, la acción conjunta de aquellos héroes que arriesgaron sus vidas o las perdieron en favor de la libertad de todos, se extendió como la pólvora en el territorio nacional e incluso en la prensa internacional, como bien nos ha mostrado Ignacio Coll en su artículo sobre este tema publicado en la última revista de ferias y fiestas[1]

 Un dibujo de la época que bien pudo reflejar los sucesos de la calle del Puente, hoy calle de la Libertad, entre los civiles bejaranos y las tropas del ejército isabelino. En realidad la imagen representa un suceso ocurrido en la Guerra de Independencia en Valdepeñas.


          Los sentimientos de condena y de loa a partes iguales a los esforzados bejaranos, considerados mártires de la causa, no se hicieron esperar y llovieron cartas de condolencia desde distintos puntos de España. Conocidas son ya las enviadas por la Junta Revolucionaria de La Latina de Madrid[2] o la del farmacéutico Vicente Martín de Argenta[3]